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miércoles, 17 de octubre de 2007

La moral en Kant y Mill

Consigna: Buscar dos dilemas morales de la actualidad y analizarlos desde los puntos de vista de Immanuel Kant y John Stuart Mill.
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1.

Clarín: 30/08/2007[1]

Otra vez impiden abortar a una discapacitada que fue violada

Una orden judicial impidió que se practicara un aborto a una joven discapacitada mental que fue violada hace cuatro meses en Paraná. La medida, que tomó estado público ayer, volvió a reavivar la polémica generada ante casos similares registrados un año atrás en Mendoza, La Plata y Corrientes.
El Código Penal permite interrumpir el embarazo ante una situación como ésa sin que implique sanciones para los médicos que asistan a la paciente. Sin embargo, la defensora de Menores de Paraná, Marcela Piterson, interpuso una medida cautelar alegando que debían tutelarse los derechos del niño por nacer. Su postura fue compartida por la jueza Claudia Salomón, y eso impidió que se practicara el aborto en el hospital materno infantil San Roque.

(…)

Desde Kant:

El que el acto sea bueno o malo dependerá primeramente de si se puede o no llevar a ley universal. En este caso, si se piensa de tal forma, debería pensarse en qué ocurriría si en todos los casos de violación con embarazo se prohibiera el aborto. La consecuencia más probable e inmediata sería el incremento de la cantidad de abortos clandestinos y por ende de muertes ocasionadas por mala praxis, como es actualmente el caso de Argentina y de otros tantos países en los que el aborto está penado por la ley. El acto será entonces malo si se lo analiza desde el imperativo categórico de Kant.

La situación cambia si se considera al feto como un ser vivo, dado que hay un cruce de intereses y prioridades; qué vida debe alentar a preservarse, ¿la del feto, o la de la madre? Así planteado, llevar cualquiera de las opciones a ley universal causaría el mal en alguna de las partes, por lo que debe pensarse de otra forma. Kant también postuló una serie de tres categorías para saber si un acto era bueno o no (actos por deber, actos contra el deber, y actos conformes con el deber). Entre dichas categorías, el caso citado correspondería a un acto por deber, ya que la ley que prohíbe tales abortos está sustentada por la iglesia, que actúa según lo que cree que es correcto, más allá de sus inclinaciones personales, y no involucra al interés individual. La intensión es buena, más allá de las consecuencias, y como según Kant la intención es todo lo que cuenta, el acto será bueno también.

Desde Mill:

Para saber si la acción fue buena o mala, viéndolo desde la teoría de Mill, habría que analizar inicialmente si se logró o no la felicidad. Para esto, la prohibición del aborto en el caso mencionado debería haber causado mayor placer y menor dolor, en cual caso hubiera sido un acto bueno. Pero viendo lo sucedido, se puede ver que no sucedió así; no es muy probable que la tenencia del hijo que habrá de nacer sea una razón de placer para la joven violada, ya sea espiritual o físico, sobretodo teniendo en cuenta su estado mental. Y entre el parto y el resto del proceso, el dolor se presentará con seguridad en más de una ocasión, por ende, la resolución de la justicia habrá sido una mala acción.

Sin embargo, al igual que con la teoría de Kant, habría que considerar un segundo punto de vista; el del niño. Si se piensa así, debe preguntarse si su propia existencia (la del niño) provocará en él la felicidad, buscando indicios de placer o de dolor. Pero prever cómo será la vida del niño tras haber nacido no es algo viable, y por ende la respuesta a la pregunta de si la medida tomada por la justicia causará felicidad o no, es incierta. Entre ambas resoluciones (la incertidumbre, y las altas probabilidades de infelicidad en la madre), la justicia debería guiarse por lo que es más seguro, considerando prioritariamente el caso de la madre. Siendo la resolución tomada –como ya se mencionó- mala.

2.

La Nación: 30/11/2005[2]

El Senado aprobó la ley del donante presunto

El Senado convirtó hoy en ley de manera unánime la reforma a la Ley de Ablación e Implante de Organos que introduce la figura de la "autorización tácita", más conocida como "donante presunto" que obliga a toda persona mayor de 18 años a donar sus órganos salvo que haya dejado constancia expresa de su oposición.

(...)

"Esto permitirá salvar más vidas y acortar esa enorme lista de espera que actualmente está en seis mil personas, de las cuales sabemos que mueren dos por día", dijo González García, minutos después de aprobarse la Ley enviada por el Poder Ejecutivo.

(...)

Desde Kant:

Al igual que en el caso anterior, lo primero que debe preguntarse para saber si el acto es bueno o malo conforme a esta teoría, es si es posible llevarlo a ley universal y que conserve sus características positivas (buenas), aunque en este caso la situación es levemente diferente, ya que el hecho de que se haya llevado a ley (en la justicia) implica que ya ha sido universalizada, por lo que debe analizarse directamente sus consecuencias inmediatas y futuras para determinar si fue o no una buena medida. Su principal consecuencia, como aclara González García en la noticia citada, es la salvación de centenares de personas que esperan un transplante para seguir con vida, y que previo a la ley en cuestión, tenían muy escasas posibilidades de recibirlo. Aquel de quién se obtienen los órganos no sufre consecuencias negativas, dado que, como lo expresa la ley, debe haber fallecido para ser considerado por ésta, imposibilitando cualquier consecuencia posible, buena o mala. La acción (en este caso la ley del donante presunto) es por ende buena.

La ley aquí mencionada correspondería a un acto por deber, ya que la justicia en sí no actúa por intereses propios, sino ajenos; en sí, la ley no obtiene nada a cambio de su progreso o de su buen funcionamiento, y óptimamente no tiene inclinaciones, actúa conforme al bien común.

Por último, la intención de la ley del donante presunto es buena, ya que pretende reducir el número de muertes por falta de donantes. Visto desde la teoría de Kant, no cabe duda en éste caso de que la acción es buena. Sólo sería mala si se considerasen las posibles consecuencias psicológicas de los familiares del difunto, pero se estarían incorporando los intereses afectivos de un tercer grupo sobre el cuál la ley no actúa en forma directa. Es lo que se suele llamar “daño colateral”, el cual difícilmente podría ser considerado por la teoría kanteana, ya que en la gran mayoría de los casos está presente, y haría de todos estos malas acciones.

Desde Mill:

Dado que el donante al que refiere la ley carece de vida, y por ende también de la posibilidad de sentir dolor o placer, sólo se puede analizar la reducción o el incremento de felicidad en aquel que recibe el órgano (siempre excluyendo los “daños colaterales” recientemente mencionados). Así pensado, se puede considerar que la obtención de un órgano por parte del solicitante generará en él un incremento de placer, generado por una mejoría en su expectativa de vida, y una reducción del dolor, dado que pasará de un estado de salud crítico a uno estable y progresivamente mejor. Provocará entonces felicidad en él, lo que hará de la ley una buena acción que genera felicidad en la mayoría de los casos (el transplante no es siempre fructuoso, pero en general lo es). Además, según Mill la felicidad de un individuo conducirá a la felicidad de la sociedad en su conjunto.




* Yo no soy ni kantiano ni millista, soy relativista.



[1] http://www.clarin.com/diario/2007/08/30/sociedad/s-03701.htm

[2] http://www.lanacion.com.ar/Archivo/nota.asp?nota_id=760860


Autor: Tiago Suárez Lavandera.

Nota final: 10

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